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En este asombroso artículo Juan G. Atienza nos demuestra que aunque la historia académica se niega a reconocer las "evidencias" de una civilización avanzada anterior a los tiempos neolíticos, existe suficiente base histórica para afirmar que los yacimientos arqueológicos de las tierras gallegas atesoran,
codificadas en su simbolismo (este debe ser el truco), las claves de un saber que les fue transmitido por unos seres desconocidos llegados desde el mar que señalaba el fin del mundo conocido.
Si en el primer párrafo se nos habla de evidencia y de base histórica (el lógico reclamo), en el segundo, y a condición de que nos despojemos de tabúes, es
muy posible que lo que obtengamos sean
sospechas.
A continuación el autor nos deleita con un bello pasaje sobre monumentos y leyendas gallegas sobre el mar, que os sonará a los que hayáis visto
Dagon, la secta del mar, del director Stuart Gordon.
Lamentablemente, reconoce que
parecen transmitirnos mensajes que nunca llegaremos a conocer. A pesar de esto, afirma que los autores de rocas grabadas intentaron mostrar sus esquemas mentales, transmitidos por seres mágicos de, posiblemente, más allá del mar. Sin lugar a dudas, los mismos que le demostraron esto al autor del artículo, y que no iluminan la ignorancia del resto de los mortales.
A continuación el artículo enumera otras pruebas accesorias, como que el Camino de Santiago es en realidad una búsqueda de la sabiduría transoceánica, o que el telégrafo se inventó en Galicia.
Añado yo que los mejillones fueron traidos por los dúnedain de más allá del mar.
En definitiva,
estamos ante ese gran secreto atlante, y basta despojarnos de prejuicios para verlo.